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Capítulo 1 . Noción histórica

Históricamente se conoce que a finales del siglo XI Europa se encuentra dividida en un mosaico de distintos países y señorío feudal, con capacidad para acuñar moneda. Las distintas ferias y mercados que se celebraban en estos territorios obligaban a los comerciantes a viajar con diferentes clases de monedas. Pues cada región tenía una ley y un peso específico, de oro o plata, lo que dificultaban la posibilidad de realizar grandes transacciones.

Los romanos, comunidad pujante en el desarrollo social, no se ocuparon de un ordenamiento jurídico que regulara las actividades de intermediación o de tipo mercantil. Para ellos la importancia del derecho estaba definida en satisfacer la necesidad doméstica; no en el intercambio comercial. De ahí que su principal actividad era de estirpe, inminentemente agrícola (García Muñoz, 2008, pág. 66). No obstante, en las relaciones de mercando se acepta la noción de banco y banquero, y por razón de esta actividad, tuvo lugar un documento denominado cambium trayecticium (Peña Nossa, 2016, pág. 25).

El cambium trayecticium, como lo reseña el profesor García Muñoz, (2008), “se originaba en la necesidad de salvaguardar el escaso dinero que poseían los mercaderes para negociar en las ferias” (pág. 25). Consistía en el negocio jurídico fundamental, por el cual un mercader celebraba con otro un contrato de depósito o uno de préstamo (mutuo), incluso de mandato. Cuando se trataba de un depósito o de un préstamo el depositante o prestamista, emitía un documento llamado, litterae, dirigido a un colega o mandatario suyo con asiendo en la respectiva feria. El documento contenía la representación de una suma de dinero en nombre o a favor del portador. El tenedor del documento, cuando llegaba a la feria, tenía dos alternativas: dirigirse al destinatario de la litterae, a reclamar el dinero, o cederlo a favor del vendedor de los productos que adquiría.

Para facilitar los intercambios monetarios surgen, simultáneamente, dos instituciones mercantiles: los bancos, por un lado, como empresarios que se especializan en el cambio de monedas dentro de los mercados y las ferias. De otra parte, se crea un documento paralelo al desarrollo de la banca, el cual va a permitir realizar transacciones, sin la necesidad de llevar consigo dinero. Correspondía a un instrumento notarial que expedía el banco cuando recibía el depósito de monedas, el cual podía hacerse efectivo en un lugar geográfico distinto, donde aquellos tenían algún corresponsal o agente (Gadea, 2007, pág. 54). A este documento se le conoce con el nombre de pagaré cambiario, considerado como el primer antecedente de la letra de cambio (García Muñoz, 2008, p. 633), o el medio por el cual se ejecutó el contrato de cambium trayecticium (Peña Castrillón, 1981, p. 6).

Se habló por primera vez de letra de cambio en el año 1199, en Inglaterra. Cuando Juan Sin Tierra, hermano de Ricardo Corazón de León, acudió a los pueblos amigos en demanda de dinero, para proseguir la lucha contra la aristocracia. Para tal evento se usó letras procedentes de Italia y pagaderas en Londres. Luego, en el siglo siguiente, los reyes de Inglaterra autorizaron los pagos que se hacían con dinero de la Corona, por medio de ciertas órdenes llamadas “librare”.

En los mismos siglos XII y XII, se usaron las letras de cambio en las famosas ferias o mercados concurridísimas de ciertas ciudades de Francia y otras naciones.  Éste habría sido el origen de las letras, según la doctrina antigua. Colmeiro refiere a las letras de cambio usadas en las ferias de Medina del Campo en el siglo XV, en tiempo de los reyes de Castilla, Juan II y Enrique e IV . (Cormerio, 1965, pág. 297).

 

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